16.9.08

TEATRO Y RESISTENCIA

Todo objeto que entra a escena, debe morir. La puesta en escena es uno de los últimos lugares, donde la carne vuelve a desgarrarse ante los ojos.

Cuando el contenido se vacía

Al saber que va a morir, el humano entiende que debe alejarse de la naturaleza. Necesita apartarse de ese mundo que lo atormenta, que lo abate... El humano, ante la fuerza de la muerte (observando la descomposición del cadáver, el olor putrefacto de la carne, el brote de los gusanos y finalmente nuestro destino: los huesos), se ve en la obligación de fabricar su propia existencia. Con el desarrollo del trabajo, cada vez más complejo (en el proceso de producción, va surgiendo una división del trabajo, esto provoca en la comunidad, su división en clases sociales, y estas clases entran en conflicto; la comunidad, que antes era un núcleo de resistencia frente a la naturaleza, ahora son individuos que luchan por quien impone el mejor proyecto de trascendencia), el humano, puede observar el mundo. Comienza a interpretarlo y a transformarlo. Crea la norma, la razón, la innegable potencia de la ley. Pero ese mundo nuevo, que en el cotidiano parece tan protegido, indestructible... como si siempre hubiese sido así... en el Teatro, aparece su artificialidad. En la escena, un individuo entra en conflicto con sus propias leyes; se opone, con una pulsión devastadora, a ese mismo mundo, que una vez construyo. El ojo del espectador presencia, por medio de ese sacrificio, que la maquina (el sistema) esta desgastada... En el Teatro, cada noche, el contenido de nuestro mundo se vacía. A través de la sangre del texto, del cuerpo del actor, se nos devela el abismo en el que estamos insertos... el vacio... la nada... la marioneta… Que el humano, sigue produciendo, solamente para no morir.

Imagen y materialidad

La producción en serie, la fábrica de objetos iguales, la elaboración de la imagen como fuerza de verdad (realidad) y consumo, son formas de establecer la artificialidad en la que estamos inmersos. La imagen y la mercancía son lenguaje, por tanto, nosotros, copiamos, nos vestimos, nos relacionamos como esa lengua transmite. El alivio en la fantasía, la magia de la realidad virtual, los apetitosos cuerpos perfectos, son nuestros fervientes deseos, es lo verdadero; fuera de ellos, más allá de nuestra marginalidad cotidiana, esta la soledad aberrante. La que nos empuja a la inestabilidad.
La imagen y la mercancía son atrayentes. En ellas no existe el desorden, el caos. Lo horrible se disipa, la herida se tapa, la fealdad se maquilla. A la vez que negamos la fatalidad por medio del simulacro, negamos el simulacro para olvidar la representación que hemos construido. Todo lo fantástico hoy existe, pero aunque no es palpable, se introduce a nuestros ojos maravillados por el mecanismo del efecto especial. En nuestro modo de producción capitalista, la industria del espectáculo se ha beneficiado por la higiene que el efecto especial ha hecho en los rostros y objetos publicitarios.
Nos distancia del abismo, nos separa de la crítica. Y alejados del error, podemos sentirnos seguros. Consumiendo la imagen, llegando a ser la imagen, ahuyentamos al fracaso, la angustia. Pero la industria del espectáculo, pese a sus esfuerzos (y muchas veces lo ha logrado), no puede apresar en sus manos al Teatro. No puede someterlo a la producción en serie (ni siquiera introducirlo en la piratería, en el mercado negro), el modo de producción del Teatro, no compatibiliza con el capitalismo. En la puesta en escena, existe el error, lo feo, todo lo tapado por el simulacro brota y se apodera del espacio escénico (la peste según Artaud). El ojo maravillado del espectador ahora se horroriza, se distancia, reflexiona. Para el individuo, la soledad absoluta es impensable, pero el cuerpo de un actor desgarrándose, nos instala de nuevo al borde de ese precipicio. El Teatro es materialidad. El sonido de la palabra, los músculos sudorosos, ¡incluso el olvido del texto!. El Teatro devela, amplifica los objetos en la escena (todavía, cuesta mucho, instalar el data-show en la escena. La edición hace que la proyección de esta imagen, este carente de errores, de lo inesperado). Cada función es única, irrepetible, siempre distinta. Porque el actor no sabe que va ocurrir en escena, aunque exista una historia. La materia resuena, la materia se transforma. El actor, su carne, sus venas, viseras, son una resistencia ante la sobre población de la imagen. El Teatro es resistencia ante un sistema que se satura, pero que va hacia la implosión. Sumergiéndonos en la nebulosa subjetividad moderna, hundiéndonos en la no-trascendencia posmoderna, chapoteando en el fango, creyendo que no abra salida. Ver que el colapso se va hacia los huesos… la herencia de la duda cartesiana… del pienso luego existo.

Sobre “la ausencia de la imagen del actor”

La experiencia vivida con este trabajo, aun siendo una etapa de experimentación, me devuelve a la simplicidad. Mostrándome que en esta tierra, tan aleja del resto del mundo, pero que por efecto del mercado trata de asemejarse a las potencias; aquí, el Teatro se construye desde la precariedad. Con objetos marginados por la publicidad (cajas de cartón, plantas, bombas de humo, sonidos, voces), se construye una narración, impulsada por cuerpos ausentes, pero paradójicamente, el actor manifiesta su presencia, tratando de poner en situación dramática al objeto que manipula (aun siendo una primera etapa de experimentación, creo que falto mayor conflicto en algunas escenas. Instalando en una problemática mayor tanto al objeto como al mismo actor, que aunque su cuerpo no aparece también entra en crisis. Clarificar si existe o no, un hilo conductor. Cuáles son las escenas dramáticas y cuales se colocan para provocar). El actor se constituye como tramoya, su oficio se invierte. Pero la materia en el espacio, sigue inestable, develando el artífico de nuestro cotidiano. Lo precario es contrario a la escases de recursos. Lo precario impulsa a la creatividad. El ingenio de este montaje es una respuesta a la constante lamentación por vivir en un país donde el Teatro está en segundo plano. Si en Chile nos quejamos que en Europa, los recursos teatrales son ilimitados, por tanto se puede hacer el Teatro que uno siempre ha imaginado, este experimento instala nuevamente la duda a esa afirmación, colocando en aprietos nuestras fantasías con respecto al viejo mundo.
Haciendo de lo precario lenguaje (y no es que no lo hagamos, pero este no se ha materializado como movimiento artístico, mas bien, todavía surge como solución ante la escases. Sobre todo en las compañías emergentes), el Teatro se manifiesta como resistencia. Como espacio caótico, espacio del desorden, de la no armonía. Quizá es el último que queda, aun existiendo el Teatro de la entretención (Teatro comercial). Mientras sigamos viendo el desgarramiento de la carne de unos sujetos en un espacio escénico, la resistencia al simulacro estará siempre latente… amenazándolo… evidenciándolo… volviéndonos a situar en una realidad insoportable.

Roberto Toro Fuentes

1 comentario:

Teatro Crimen dijo...

Buena Rupitooooo por fin puedo decir algo aqui porque me prestaron un compuuuu ejjejejjejej fuerza companero muy lindo lo que esta escrito para Tauro un abrazo los quiero Rubio Rupe Malva Maquita incluso a Gallardo que es un ingratooo ajajajj la ausencia de la imagen del actor,creo que hace rato no me gustaba algo.