5.8.09

PEQUEÑA REFLEXIÓN SOBRE FORMA Y CONTENIDO EN LA PEDAGOGIA


¿Cómo generar nuevas innovaciones en la forma de impartir, desarrollar, entregar, comunicar, dialogar en una sala de clase?, ¿es finalmente la metodología la que permite que una clase se vuelva útil, motivante, independiente de los contenidos?. Con estas preguntas pretendo comenzar mis reflexiones sobre mi experiencia de práctica. Rescatando e internándome, desde una perspectiva muy breve, en el “viejo” debate entre forma-contenido. Para colocar, nuevamente, que ambos conceptos, no pueden separarse y funcionar autónomamente en un proceso pedagógico o de creación; y que los dos, en su interconexión, responden a políticas culturales y sobretodo ideológicas.

La problemática entre contenido y metodología, ha sido generadora de grandes debates entre las instituciones que se preocupan por la educación, un gran número de ellos acabando en la esterilidad. Desde una mirada fugaz, podríamos afirmar que, los contenidos se instalan por sobre las metodologías o formas. Esto, debido a que en ellos (los contenidos) convergen los imaginarios sociales, las conductas, costumbres, la historia de una sociedad o comunidad particular; de su incrustación en los individuos que la componen, depende la estabilidad y perdurabilidad de esta (o del gobierno de turno). Por tanto, el objetivo de seleccionar ciertos contenidos, por parte de las instituciones oficiales, es formar agentes productivos (profesionales y técnicos) capaces de reconocerse y participar, cumpliendo una función específica dentro de la organización social, en las políticas que se emanan de dichas instituciones. Es primordial que los individuos comprendan cuáles son sus derechos, deberes y que les está prohibido (uno de los objetivos de la educación es injertar en las personas limites); y por sobretodo, que se identifiquen con el proyecto que han heredado de sus antepasados. La deuda histórica con los padres de la patria.

Los conflictos que se producen en la esfera de los contenidos, principalmente son en relación a evitar que se introduzcan contenidos transgresores o cuestionadores de los que son matrices. No solo porque “corrompen” los valores primarios de una sociedad, también porque instalan nuevas miradas sobre la especie humana, fracturando la ya existente. Cuando un contenido transgresor se posiciona dentro de la institución oficial y se convierte en el modelo, la sociedad opta por dos posibilidades: la primera es, un cambio radical en el modo de producción, es decir, un proceso revolucionario; o la otra, absorber el contenido y resituarlo como si siempre hubiese existido o formado parte de esta. Este es el camino común de nuestra sociedad.

Con respecto a las metodologías o las formas de hacer una clase, parecen estar constantemente ubicadas en un segundo plano de la discusión sobre el proyecto educacional de un gobierno; pese a existir a lo largo del siglo XX, una fuerte critica a las maneras de cómo se enseñan contenidos en un proceso pedagógico (la clausura los castigos corporales, la critica a los roles tanto del profesor como autoridad y los estudiantes como agentes pasivos, el cuestionamiento a la composición espacial de la sala, que establece una jerarquización visual, en el dialogo docente-alumno, etc.). Nuestra fuente metodológica, tanto a nivel escolar como universitario, continua siendo el método científico, donde la razón es el instrumento esencial para el conocimiento del mundo. Desde pequeños se nos introduce conceptos, ideas o sistemas para poder descubrir/nos y relacionar/nos con el entorno, constituyéndose poco a poco nuestra individualidad, por tanto, se produce en nuestro cuerpo, la subjetividad, el gran descubrimiento de los pensadores modernos. Esta perdurabilidad dominante del método científico, disminuye o excluye la experimentación sensible, el juego como forma de conocimiento o nuevos sistemas evaluativos. En muchos casos, la transmisión de los contenidos sigue siendo a través de la vía de la descripción, estableciéndolos como verdades irrefutables (véase en como se enseña la historia de los países, a través de las batallas y la sucesión de los gobiernos y sus presidentes, marginando o censurando otros procesos históricos, como movimientos sociales que buscaron transformaciones revolucionarias en su comunidad).

Si los contenidos, en el plan educacional de un país, se edifican en correspondencia a imaginarios y políticas sociales; que pertenecen finalmente, a la ideología de una clase social determinada, ¿las metodologías pedagógicas no responden también a ésta?

El sistema educacional en occidente, no ha experimentado cambios radicales (de contenido y de metodología), “El pensamiento sobre la educación y la investigación educativa carecen de relevancia y presunción de autoridad intelectual y social que tienen otros campos del saber científico y humanístico en nuestra sociedad” (José Gimeno Sacristán, Docencia y Cultura Escolar). Este párrafo de Sacristán, cuyo objetivo es de crear una ciencia que se interese por los problemas específicos del sistema educativos en todos sus puntos y no ser dependiente del análisis de otros ciencias “oficiales” para instalarse en el centro de las decisiones institucionales; nos indica, la poca relevancia que tiene la educación en un sistema de mercado; por consiguiente, la problemática entre forma y contenido, no es un asunto abordable, porque carece de sentido modificar un método, que en la practica parece correcto y funciona. Por otro lado, generar investigaciones sobre nuevas formas educacionales, implica un fuerte costo de inversión, opción que los gobiernos (y sobretodo los empresarios) no se arriesgarían a tomar.

Todo este análisis corresponde, a la visión generada por el capitalismo de fines del siglo VIII hasta nuestros días. Ya que la constitución del individuo, la subjetividad y el método científico, aparecen con el surgir de la clase burguesa y la cosmovisión que tiene del ser humano. Hoy, en su estadio conocido como neo-liberalismo, sus contenidos como metodologías en la educación, siguen vigentes y es innegable que es, por el interés de una clase de mantener ciertas formas de relaciones de producción. El problema que se presenta, es que hemos olvidado el debate sobre la metodología, ya que el de contenido se ha sobresaturado de puntos de vistas (véase la condición posmoderna). Si ya el contenido es cuestionable, busquemos las metodologías que lo derrumban y que por fin, otras formas de pensar, se posesionen en la educación.

Este análisis tiene eco en mi labor de creador y pedagogo teatral. Los distintos lenguajes escénicos que coexisten, están en constante dialogo con los imaginarios sociales de una comunidad. La confección de una puesta en escena, responde a la visión de un autor con respecto a su entorno (ya sea para defenderlo como para cuestionarlo). Podríamos definir, que el teatro es el lugar donde se devela lo que en la cotidianidad desaparece o se oculta; y no es solo porque exponga contenidos que remuevan a una sociedad, sino más bien, que sus formas (el efecto escénico) nos generan un extrañamiento de nuestra realidad. Vemos y reflexionamos lo que nos rodea desde nuevos ángulos. Percibimos, desde nuevos enfoques, las vigas que sostienen a las ideologías que nos constituyen, desnudando todas sus debilidades; situándonos otra vez, en un abismo. El discurso y el dispositivo escénico no están aislados de la sociedad, no están fuera de la historia y no son nunca, estructuras pasivas. Siempre existe en ellas, una opinión.

Entonces, instalando este problema en relación con la pedagogía, ¿cómo elaborar metodologías que provoquen o incentive a los estudiantes a aprender los contenidos?. Hay clases donde la materia es muy atrayente, pero si el profesor no es capaz de invitar a los estudiantes a que participen de manera activa, la materia se pierde, se diluye, y los estudiantes se van sin adquirir nada.

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