Creo, a veces... muy pocas veces, sentirme abrumado, pero al entender que pasa, que ocurrió exactamente, se borra la terrible verdad de alma.
En tiempos pasados, hubiera preferido no toparme contigo... me abría agitado torpemente, los músculos, como un terremoto, habrían sacudido mi seguridad enladrillada y mi lengua se tropezaría en cada palabra...
Pero ahora sé, que todas las veces que nos vimos, fui yo el que no puso de su parte… es que de verdad… no valía la pena.
Siempre jugaste conmigo, siempre dijiste la palabra adecuada, siempre el buen gesto amoroso, siempre en silencio angustiante.
Tú, ya no tienes sentido para mis memorias... caminamos por veredas distintas. Y hoy, que te vi desde lejos... sentí ese sudor (pensé que lo había borrado de mi cuerpo)... fui acercándome... muy lentamente... despacio (como cuando hacías el amor), suave entre las ramas del parque, explorando el terreno para que nada se me interpusiera... pero aquel pájaro delator.... Cuando dijiste mi nombre, la muerte se topo de nuevo con mi corazón, la boca se me lleno de saliva (que ganas de haber tenido un arma en ese momento... y hacerte desaparecer... como el viento...). Conversamos un rato, lo justo para mentirte, diciendo que iba apurado... pero que en mi vida, todo iba muy bien. Cuando me despide de tu mejilla, le pedí a mis ojos no darme vuelta... ¡Qué difícil es pedirle a las vertebras que sigan el dictado de la razón! ¡Qué difícil es para las pupilas no seguir los recuerdos que se almacenan en las extrañas cavidades del cerebro!. Al rato pensaba... lo alegre que me ponía el saber que estabas tan mal...y que fui yo, en ese pequeño minuto... quien te tomo las manos... quien te dijo "adelante... siempre adelante... el futuro es ficción... lo que importa es el ahora"; como me reía, solo... solo en una esquina de esta ciudad... solo y sintiendo en mi cabeza mi tema favorito, deseando que ojala lloviera... y la gente seguía pasando...
Roberto Toro Fuentes